sábado, 3 de mayo de 2008

Lo que dicen

La excelente revista asidonense (de Medina Sidonia), dice en su página web, en el apartado que dedica a asidonenses (fruto, del aprecio que me tienen):


"Paco Benítez Aguilar

Paco es un hombre singular, de esos que nacen cada mucho tiempo, de una actividad física e intelectual arrolladoras, con un ímpetu vital imposible de expresar en un breve perfil personal. Es un comunicador nato y un organizador perfeccionista, que no deja nada al azar, aunque en el debe hay que anotarle, quizás, un exceso creativo, que no le permite asentarse en un proyecto definitivo. Tal vez ahora, como empresario mediático puede que alcance algo de sosiego. Un individuo que vive, sin saber cómo y por qué, de contar cosas. (Las cursivas a lo largo del texto son palabras textuales de Paco Benítez).

Francisco de Paula, Paco desde la cuna, nació en Medina Sidonia en 1950, hijo de Juan Benítez González y de María Aguilar Leal. Compaginó sus estudios con el trabajo en El Balón, bar de su padre, en la entrada de Medina, y éste fue su escuela de vida social, tan importante o más que la otra. Allí conoció a los personajes más afamados de la época, Pepe Blanco, Carmen Morell, Caracol, Valderrama, Lola Flores, Pemán, Carranza, los Domecq, toreros, gobernadores civiles y militares, jueces, médicos, boticarios, maestros...El Balón se convirtió, junto al Bar El Cortijo (que también merecería una especial atención) en el lugar de encuentro de la escasa clase media local.

Imposible hacer detallada relación de la actividad de Paco Benítez a lo largo de todos estos años. Baste decir que no anduvo un momento quieto, que se le fueron quedando pequeños Medina Sidonia, Cádiz, Jerez, Madrid, y parece que España también.

En Medina fundó la Academia Thebussiana de Ciencias, Letras, Artes e Historia, organizó los homenajes al Dr. Thebussem y al almirante Cervera Topete, hijos de Medina, que tuvieron amplia repercusión nacional, y tuvo una presencia activa en el mundo filatélico y numismático.

En Cádiz fue recepcionado ateneísta, fundó la Casa de Medina Sidonia y la Sociedad Filatélica Gaditana, colaboró en Radio Juventud de Cádiz, posteriormente Radiocadena Española Cádiz, en Diario de Cádiz, y en publicaciones como Cambio Filatélico, La Valija y Crónicas Filatélicas. En algunos de sus trabajos periodísticos firmó con pseudónimos: Abderramao El-Kffé, Ser Francis Cobenith y Coral Huseca Gramaja.

En Madrid trabajó en Radio Intercontinental, dirigió Andalucía en el Mundo, publicación española con vínculos en USA, en la que curiosamente realizó una entrevista a Daham Ahmed Mahmaud, Embajador-Director de la Misión de la Liga Árabe en España, descendiente de árabes andaluces procedentes de Medina Sidonia, y en Villarejo de Salvanés funda Noticias del Sudeste, que se extiende a Granada y Almería, con sede esta última en Adra, Periódico Independiente de Información General, con ediciones independientes en cada uno de los tres lugares.

Libros:

Doctor Thebussem. Obra, Tiempo y Tierra, edición del autor, Cádiz, 1983. Escribe sobre Medina Sidonia, el almirante Cervera y una amplia biografía de Mariano Pardo de Figueroa, Dr. Thebussem, cervantista y escritor de abundantes registros curiosos, interesantes y casi siempre divertidos.

Correos de Iberoamérica y Filipinas en 1900, publicado en español y portugués en 1985. En Diario de Cádiz, sin firma, se escribe el 16 de octubre de ese año: En su trabajo Benítez Aguilar recoge la situación del correo en veinte países en el año 1900, con referencia a todas las administraciones de poblaciones con más de cuatrocientos habitantes, así como una breve historia de cada país, su relación con la unión postal universal, referencia de todas las monedas de los dominios españoles desde las acuñaciones anteriores a 1772 hasta 1898, fecha en que se perdieron Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La huelga de los garbanzos, Estilo Estugraf, Madrid, 1998. Una nota explica el origen de los hechos novelados: Este relato está basado en un hecho real documentado. Los nombres de los principales personajes, salvo los de representación pública y autoridades, son creación literaria del autor y en ningún caso corresponden a personas que participaron en los hechos narrados. Las citas de los demás nombres se hacen, con el mismo respeto, como tributo de admiración a unos hombres y mujeres que contribuyeron con su lucha y su solidaridad a dejar escrito uno de los más curiosos y desconocidos episodios de la vida andaluza de los albores del siglo XX.

Artículos Gastronómico del Dr. Thebussem, Azazel, Puerto Real, 2001. La compilación y el prólogo son de Paco Benítez Aguilar. El libro compilatorio se publicó con motivo de la XII Semana Cultural de Medina Sidonia, que dedicada al Dr. Thebussem, se celebró del 1 al 6 de mayo de ese mismo año, y fue acompañado por una charla del compilador con el título de Conversaciones con el Dr. Thebussem.

Un trabajo, al parecer inédito, fue una de sus primeras aproximaciones a la investigación periodística. Se convirtió en un Catálogo de todos los nombres geográficos que contenían la palabra Medina en Arabia Saudí, África, USA. Sudamérica y España.

http://revistapuertadelsol.zerjio.com/numero10/cinco/cinco.php

Mi historia de Andalucía


Como consideramos que los pensamientos
de los hombres están hechos -especialmente los que son
profundos y deleitan al intelecto- para poder ser
compartidos con los demás, te presentamos aquí,
querido lector, el texto íntegro de la conferencia
pronunciada por Francisco Benítez Aguilar, el día 26 de
febrero de 2007, en el Salón de Actos del IES GAVIOTA.
El Equipo Directivo del Instituto “Gaviota”
*****************************************************
ANDALUCÍA
Francisco Benítez Aguilar
Director de “Noticias de Adra”

Sólo la amistad de quienes me invitaron y mi atrevimiento
justifican mi presencia aquí, en el Instituto Gaviota, donde a pesar de los
pocos años que llevo en Adra, se han forjado lazos de simpatía, al igual que
en otros ámbitos abderitanos.
Mi actividad profesional y mi propia personalidad, que a veces ni
yo comprendo, me han hecho generar amores y desamores, grandes afectos y
cerriles adversarios.
Debido a esta bendita profesión, que es gran parte de mi vida, se
me abren muchas ventanas y es el azar, el vaivén de la vida, el que me pone
hoy en un sitio y mañana en otro.
Hablar con príncipes o jefes de Estado, con pescadores, con
agricultores, con ministros, con artistas y con basureros, va creando una
pátina que se acrecienta con los años. No es que uno crezca. Lo mío ya no
tiene arreglo. Hace tiempo que no lo tiene. La pátina es como el barniz.
Adorna y protege, disimula defectos del interior. Te hace aparentemente
más duro en tu debilidad y llegas a dar, en ocasiones, una imagen
distorsionada.
En mi infancia, desde el cerro de la ciudad de Medina Sidonia,
Cádiz y un hilo de mar se veían a una distancia enorme: 46 kilómetros. Fue
la penuria de los años 60, el hambre, un terremoto, y la decadente sociedad
de señoritos de Andalucía occidental, los que me llevaron a Cádiz. A pesar
de un dolor de muelas, en aquella mañana de abril, de los 25 años de Paz
del caudillo Franco, (1964), en la que aún se seguía encarcelando y
matando gente por sus ideas, yo entré cantando en Cádiz, canciones de
Joselito y Antonio Molina, en la cabina de un camión de una fábrica de
harinas, con los pocos muebles de la ruinosa casa y recuerdos que merecían
la pena.
El ser humano es así. Se nos hunde la casa y lo primero que
pensamos en recoger son las fotos familiares. En casa, la riqueza, las joyas,
era el instinto de supervivencia.
Cádiz, por su condición de isla, mantiene intacto el sentido fenicio
y romano, la esencia de la Bética, el carácter abierto de los navegantes, el
arte y el refinamiento del comercio genovés, el calor afectivo, la protesta
permanente y el humor fácil de la filosofía hispanoamericana y si a eso se le
une su historia y su leyenda en torno a la guerra de la Independencia y ser
cuna de la libertad, con la Constitución de 1812, hace que uno se enamore
de aquella tierra.
Pero no es oro todo lo que reluce.
Después de levantar la cabeza en Cádiz, tuve el propósito de no
agacharla más. La mafia de la pesca llegó a esperarme con pistolas por mis
artículos; estuve en alguna lista de señalados por ETA..., por mis criticas
su asquerosa lista de asesinatos y en especial a aquél que muchos
demócratas de hoy aplaudieron como fue la voladura del coche del almirante
Carrero Blanco.
La única sangre que he derramado hasta ahora fue porque me
clavé una puntilla al partirse el palo donde sujetaba mi bandera andaluza,
huyendo de la policía en la manifestación por la autonomía andaluza el 4 de
diciembre de 1977. Ese día, otro andaluz no corría la misma suerte y moría
por una bala perdida en otra manifestación en Málaga.
He escrito siempre lo que pensé y rechacé trabajos más lucrativos
por mantener mi libertad. Ese orgullo me ha costado muchos disgustos en
la vida, vivir un poco más ajustado, pero más satisfacciones.
Aquellos 46 kilómetros se convirtieron en 600, cuando de Cádiz
tuve que salir camino de Madrid, al cerrarse el periódico en el que era
redactor jefe, y los 600 en 9.000 cuando creé la revista Andalucía en el
mundo en Madrid y Miami. Muchas veces pensaba cómo había llegado a
estar en el estudio de la embajadora de Panamá, o en la recepción de la
fiesta nacional de España en el Consulado General de Florida, u
organizando la primera feria de Andalucia en Estados Unidos.
Fue un infarto agudo de miocardio lo que me hizo ver la
inutilidad de muchas metas, el túnel negro del final y al cabroncete del
médico que se equivocó en el tratamiento de choque, el instrumento que me
hizo reordenar la existencia y hacerme volver a mi condición de buscavidas.
Guardo con gran cariño el recuerdo de quienes se interesaron por
mi salud casi a diario.
Vi, en mucha gente, el lado humano de la vida y también la
miseria del dinero. Algunos ‘amigos’ se borraron solos de la lista en cuanto
yo no era el director de una revista de peso o del único programa
radiofónico en árabe y español que se ofrecía entonces en España, a través
de Radio Intercontinental de Madrid.
¿Y Adra?
Yo no conocía Adra. De hecho, aún no conozco buena parte de
Almería.
Fue una tarde de primavera en 1999 cuando vine por primera
vez, a saludar a un amigo que tenía negocios en Madrid.
Me dijo que en el pueblo no había periódico y que yo podría editar
uno. Al año siguiente nos volvimos a ver en la feria del turismo de Madrid
y en julio volví a Adra, para decirle que empezábamos en agosto con el
periódico. El 1 de agosto del 2000 salió el primer Noticias de Adra. Hasta
hoy.
¿Por qué cuento todo esto en una supuesta charla sobre
Andalucía?
Por una sencilla razón: Todo es del color del cristal con que se
mira y no pretendo sentar cátedra, sino dar mi opinión sobre mi percepción
de Andalucía.
Mi querido amigo Pedro Sarmiento me aconsejaba, ante mi
desesperada petición de ayuda, que planteara esta charla – coloquio citando
fechas.
Y me puse a pensar: ¿Cuáles son las fechas clave desde mi óptica
personal en la historia de Andalucía?
Barajé algunas. La llegada de los navegantes fenicios que debió ser
de forma gradual y amistosa a las costas del sur ibérico; el asentamiento
romano y el esplendor de la provincia bética durante el Imperio; el año 711
con la llegada de la cultura islámica y la consolidación y expansión de Al‐
Andalus , la guerra de Granada y la repoblación, el federalismo, la
república... la actual monarquía.
Para mí, el día más importante en la historia de Andalucía es
cuando nací y el segundo, cuando tuve consciencia de dónde vivía, qué
representaba esta tierra en el arco mediterráneo. Qué hubiera sido y qué
sería de lo que aún llamamos España si Andalucía no existiera o no hubiera
tenido ese devenir histórico desde hace 3.000 años.
Lo demás son fechas aleatorias, referencias para justificar este
idilio entre Andalucía y yo. Esa historia de amor que unas veces te
emociona y otras te desgarra.
Andalucía es mi nación. Andalucía no es una realidad nacional.
Es una realidad sin adjetivos.
Integrada hoy en esta estructura compleja y cada día mas
inconsistente que llamamos España, por la torpeza de unos políticos que no
van más allá en su visión que en períodos de cuatro años, Andalucía tiene
ante sí el reto de mantener su propia identidad y al mismo tiempo de
colaborar para que el equilibrio territorial no se rompa.
La reivindicación de la indisoluble unidad de España, recogida
por duplicado en la Constitución y en la reforma del Estatuto andaluz,
como si no fuera bastante que lo dijera la Carta Magna, es una muestra de
la debilidad de una unión que se rompe por el Norte, País Vasco, Galicia y
Cataluña.
Andalucía puede ser garante de la unidad de España en la parte
que le toca, pero no en las voluntades de los demás regiones, comunidades o
naciones.
Me molesta, me irrita el papel de segundón que los sucesivos
gobiernos han otorgado y otorgan a Andalucía, cuando la realidad es que
España se estructura a partir de la integración andaluza en su territorio.
Los brillantes políticos que han nacido en Andalucía no han
tenido conciencia de sus raíces y en cuanto han cruzado Despeñaperros,
Andalucía sólo ha sido el trampolín para su ego personal o la moneda de
cambio con la que negociar su posición.
No se entiende que con la aplastante mayoría de diputados
andaluces presentes en las Cortes, el Congreso de los Diputados y el
Senado, Andalucía no tenga representación directa.
Las mayores batallas para el control del poder en Europa han
tenido como escenario Andalucía y sus costas; el control del paso del
Estrecho, que puede asfixiar a todos los países ribereños de Europa y África,
confiere a Andalucía el máximo valor estratégico.
Andalucía ha sido siempre utilizada como punto de estrategia
militar. En tiempos romanos, el imperio comenzó a consolidarse a partir de
sus éxitos en Andalucía. Un reciente estudio revela la contribución de la
pacífica provincia Bética al engrandecimiento del Imperio, hasta el punto
que en Andalucía no hizo falta la presencia de las legiones romanas de
manera estable, cosa que si ocurría en la Hispania Citerior o sea, la del
norte. Cereales, vino y aceite, además de la explotación minera y pesquera,
era la contribución bética a la metrópoli.
Esa tierra pacífica dio, según el mismo estudio, del profesor
Francisco Javier Navarro, de la Universidad de Navarra, casi doscientos
senadores a Roma, cónsules y procónsules, de quienes se conoce nombre y
currículum, y añadidos a nombres como Columela o Séneca, o los
emperadores Adriano y Trajano.
La creación de latifundios en la zona occidental de la Bética,
muchos en manos de familias de origen indígena que se adaptaron a las
consignas de Roma, dio una estabilidad a la provincia que no se perdió
hasta el propio desmoronamiento del imperio romano.
El territorio de la Bética era prácticamente el mismo que la actual
Andalucía, salvo la zona de levante de la provincia de Almería.
Esa configuración se mantuvo hasta la expansión andalusí por
toda España y la posterior marcha hacia atrás con la paulatina pérdida de
territorios hasta llegar a la toma de Granada.
Granada fue de dominio castellano dos siglos después que Sevilla,
forjándose entonces la semilla de la división entre las ‘andalucías’ oriental y
occidental y la creación de un corredor castellano hacia Murcia de parte de
la mitad de la actual provincia de Almería.
Esa división siempre dio buenos resultados al poder central, con el
control económico por parte del Estado, de la Iglesia y de los señorios.
Incluso cuando el duque de Medina Sidonia, uno de estos señores con tanto
poder en la práctica como el propio rey, intentó la creación de un Estado
independiente en Andalucía, con el apoyo de Portugal. Pactos, traiciones y
engaños frenaron sus pretensiones. Pero era mucha la contribución del
duque a las arcas del reino como para acabar con él.
Podríamos caer en el romanticismo si nos adentramos en la
historia de la toma de Granada, las concesiones al rey Boabdil en estas
tierras, su salida por el puerto de Adra, un año después de su derrota y todo
un siglo posterior de incumplimiento de acuerdos, avasallamiento y
humillación de los reductos moriscos y de la incapacidad de los castellanos
para mantener la economía andaluza, especialmente su agricultura.
La rebelión de las Alpujarras, en la misma época de la Batalla de
Lepanto y las luchas en Flandes, fue una respuesta desorganizada de los
descendientes de los humillados en Granada que se quedaron en esta tierra.
La literatura, la historia escrita por los vencedores, el poder castellano y el
de la iglesia cimentaron el desprecio a lo andalusí, haciéndolo confundir con
lo árabe. Aun hoy se habla de los andalusíes como árabes, incluso en textos
oficiales.
Esa tergiversación de la realidad es la que aún hace decir a
algunos que España venció a los moros.
¿Qué se perdió de lo andaluz con la llegada de los Reyes
Católicos?
La destrucción, la expulsión masiva de los habitantes de esta
tierra, suya desde hacía cuatro siglos, y su posterior repoblación hizo que
Andalucía fuera habitada por gente procedente de otras regiones españolas,
aunque nunca pudieron llegar a devolver a Andalucía el lugar que ocupara.
Más de tres siglos después de la dominación, conquista o
reconquista castellana del antiguo Al Andalus, aún se continuaban los
intentos de repoblación, con proyectos como los del rey Carlos III en
algunos pueblos de Córdoba, a donde llegaron colonos procedentes de los
países del norte de Europa.
Desde 1500 hasta la pérdida de las colonias y provincias
americanas en 1898, Andalucía sufrió otra sangría humana, con la gente
que se embarcó hacia América, mientras la riqueza que esa presencia generó
se quedó en Sevilla, Cádiz y Madrid.
La tan alabada Constitución de Cádiz de 1812, cuna de las
libertades, y los sucesivos reinados desde el traicionero Fernando VII, ‘el
deseado’, no aportaron nada nuevo a Andalucía, salvo la consolidación de
los latifundios y la creación de una escuela de políticos que brillaron en los
distintos gobiernos.
Entiendo, por otra parte, que el sentimiento andaluz sea distinto
en las distintas zonas de Andalucía. La falta de comunicación entre las
provincias y comarcas ha hecho que se tenga la sensación que está más lejos
Sevilla que Madrid, en el caso de Almería y que los celos entre los dos
grandes polos de la historia andaluza, Sevilla y Granada, estén en fricción
permanente.
La propia configuración orográfica ha influido en la potenciación
de esas dos andalucías. La del rico valle del Guadalquivir en manos de
terratenientes –los típicos señoritos andaluces‐ y por otra parte, con un
fuerte componente de clase obrera y peones del campo.
El resto, más montañoso, donde el minifundismo se ha mantenido
para una modesta economía familiar, con explotaciones agrarias reducidas
sin títulos de propiedad en la mayoría de los casos, hasta que en el siglo
XIX y en el XX, una clase media avispada fue acaparando expedientes de
dominio sobre todo lo que no estaba registrado.
Los conatos para la creación de la autonomía andaluza se
producen de manera pública a partir de la revolución de 1869 que terminó
en la proclamación de la I República. Se comienza a hablar de la identidad
andaluza, pero los políticos miran más a Madrid que a su tierra. El
caciquismo toma fuerza y si sobre el papel el sufragio universal está
implantado, no le faltaba razón a quien en el periódico revolucionario ‘El
Quijote’ de 1869 escribió: “¿Qué farsa es esa del sufragio universal, si los
obreros no saben leer ni escribir y tienen que votar lo que les dice su amo?”.
La pretendida Constitución de Antequera no llegó a nada por las
diferencias entre las dos andalucías.
Fue en febrero de 1907, haced este mes un siglo, cuando Felipe
Cortines, pronuncia en el Ateneo de Madrid una conferencia con el lema de
‘Patria y Región’, donde plantea el nacimiento de un movimiento
andalucista, como recoge mi amigo el profesor Manuel Hijano, de la
Universidad de Málaga.
El papel de la Prensa en la difusión de esas ideas es fundamental.
Unas veces, las más, para acallar las voces de los andaluces. Otras, para
anunciar tímidamente que Andalucía.
En los primeros años del siglo XX, el movimiento andaluz se
manifiesta. Blas Infante, un apasionado andaluz, notario, de quien se
burlaron los políticos centralistas hasta hace bien poco, insistió en su ‘Ideal
andaluz’.
Su constancia, junto a las de otros intelectuales propició la
creación de los Centros Andaluces, como germen de ‘la patria regional’,
dentro de la ‘patria nacional’.
El objetivo del Centro Andaluz, quizás utópico, era “crear un
pueblo” , o lo que es lo mismo, zarandear las conciencias para crearlo. Claro
que quien fue zarandeada nuevamente por la historia resultó ser toda
Andalucía. Con un rey en manos del dictador Primo de Rivera, un
andaluz, Andalucía entra en una etapa de extrema pobreza y los
campesinos se rebelan y son aplacados con dureza.
La sensación de libertad que llega con la II República, es un
espejismo. En el campo andaluz la situación empeora, porque a los obreros
se les entrega parcelas de poder, pero se les quitan las herramientas. El
gobierno socialista comete el grave error de aniquilar a campesinos en la
aldea de Casas Viejas y los extremistas comienzan a darle la espalda. Esa
división provoca el reforzamiento de los militares monárquicos.
Andalucía es usada nuevamente como plataforma para alcanzar el
poder central. Algunos militares se sublevan el 18 de julio de 1936 y son
Cádiz, Jerez y Sevilla los primeros en sonreír a los golpistas, que
provocaron tres años de sangrienta guerra, alentada desde el exterior por
quienes ensayaban lo que sería la II Guerra Mundial.
Uno y otro bando se ensañaron entre familias, vecinos, padres,
hijos y hermanos. En Adra, por no ir mas lejos, se dieron casos que aún se
silencian, de humillaciones, violaciones de mujeres, de ajusticiamientos, de
saqueos, de los que no se quiere hablar.
Como ocurriera con el resto de España y con las pretensiones
separatistas, independentistas o autonomistas, el andalucismo pasa a un
segundo plano, porque primero estaba la supervivencia.
Aquí, en Andalucía ‐cantera de bufones de la corte‐ de artistas y
toreros, llega a confundirse el sentimiento andaluz con el folclore.
Las revueltas laborales en los cinturones industriales de Cádiz y
Sevilla, y los conflictos del campesinado fomentan la reaparición de grupos
andalucistas que se reúnen, junto a otros colectivos, en parroquias, únicos
lugares donde estaba permitido.
Entonces, allá por el inicio de los años 70, sitúo la segunda fecha
de mi particular historia de Andalucía. Es cuando me doy cuenta –con 20
años‐ de que no todo es sobrevivir, no todo está bien en lo que nos obligaban
a pensar. Esa limpieza sistemática de ideas, en las que hasta alabábamos a
quien pisaba a los jornaleros andaluces.
Salgo a la calle con miedo, pero estoy allí, donde está el conflicto.
En los encierros de trabajadores de Astilleros y en las caminatas de los
jornaleros del campo. Reventando reuniones donde se burlaban de la
bandera andaluza, confundiéndola con los colores del Betis.
1977 fue un año emocionante.
1978 un año para la historia, siendo testigo de la constitución en
el salón de plenos de la Diputación de Cádiz de la primera Junta de
Andalucía
1979 el del sueño de ver diputados andaluces en Madrid.
1981 el de la aprobación en Córdoba del Estatuto de Autonomía.
2007, el de la pérdida de una oportunidad histórica de avanzar en
la consolidación del papel de Andalucía en el marco español y europeo.
No me gustaría que la infancia andaluza volviera a lo que
pasamos en los años cincuenta y sesenta, que dieron pie a que yo escribiera:
Omá, llévame a la feria
Para ver los caballitos
Y ver cuántas vueltas da
El hijo del señorito.
Preferiría tener la capacidad de transmitir el amor a esta tierra
que dejé en un poema a mi pueblo natal:
Medina, ay, mi Medina, quien pudiera...!
Mezclar el verde de esperanza en tu bandera
Y el blanco de la paz en tus entrañas.
¿Para qué compararte, si eres mía?
Medina, ay, mi Medina, quien pudiera...
De tu tierra salí, ay, mi Medina...
Déjame ser tu tierra, cuando muera.

Con todo ello, yo sigo con mis recuerdos y mis banderas en la
maleta, porque así lo decidí hace tiempo, buscándome la vida escribiendo,
por Andalucía, los pueblos y la humanidad.


Mis guiones de cine

LA ROMERIA
(Registrado en la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía)

Todos los años, coincidiendo con el Lunes de Pentecostés tiene lugar en la aldea de Almonte (Huelva, Andalucía, España), el final de la Romería del Rocío. Más de un millón de personas se concentra en el lugar, después de recorrer el Camino, desde cada pueblo donde hay hermandades del Rocío hasta la Ermita donde está la imagen de la Virgen del Rocío.
Por primera vez, una gran cadena de TV norteamericana va a transmitir en directo el acontecimiento, pero junto a ella, también se desplazan miembros de los servicios secretos estadounidenses, sin conocimiento de la policía española.
Aprovechando los movimientos de la preparación de la guerra de Irak, desde las bases americanas en España, se realiza por los agentes la investigación sobre la Romería. Se ve, entonces, que hay tres clases de romeria: la religiosa, con rezos y sacrificios en el Camino; la de la juerga, el sexo y la droga y otra que culmina con la histeria colectiva en el Lunes de Pentecostés. Ésta es la que para los servicios secretos americanos tiene más interés. Algo ocurre en el camino para que la gente pierda el control y llore, grite hasta la extenuación.

Guión original de Paco Benitez Aguilar.

Poemas en tiempo de desaceleración


Yo mismo
Inquieres que te cuente

cómo vivo mis días.
Así, sencillamente, me pides
que escudriñe mis rincones del alma.

Y no sé qué decir...
(ya lo explicó Celaya)
que hasta morir, vivir
es ir llenando páginas
de amor y desamor
de sueños y esperanzas.

Yo tengo mis vacíos,
mi hueco irrellenable,
cuando aspiro y me quedo
de aspiraciones roto,
pero también tengo el poso
donde se agolpan los recuerdos.

Con todo ello,el tiempo y las vivencias
crearon una engañosa pátina
de madurez, de sorna y experiencia.
Pero en el fondo soy
aquel niño un poco envejecido
por células caducas
que aún se emociona
y que sueña y vibra
ante el amor, el arrebol,
la aurora.

Paco Benitez
31 marzo 2008

Amanecer en Adra


Dicen que la Azucarera,
de madrugada,
va despertando al día,
lentamente.
No tiene prisa en olvidar la noche,
pero quiere parir una nueva esperanza.
El negro horizonte, salpicado de luces,
-fijas, intermitentes-,
se diluye entre azules, rosáceos y blancos
Y allá apareces tu, mi bella y antigua Abdera,
dibujando siluetas, entre rumores.
Así nace la aurora.
Y cuando el sol despunta,
resaltando los blancos del barrio,
comienza la aventura de silbidos de barcos
mezclados con silencios,
en los que eres el eco.
Y mi mano te busca,
bien lo sabes,hasta encontrar
en las tuyas,en tu cuerpo,
en tus estrechas y empinadas calles,
en esa montaña de dulce azúcar
que son tus casas,
los más hermosos perfiles
que puede tener un pueblo.

Poemas a Medina Sidonia

Quién pudiera...
Medina, ¡Ay, mi Medina!
Quien pudiera ser viento de levante
y acariciar tus calles simplemente
Llenar de blanca cal tus mil rincones
y empujar a tus hmbres adelante
que el futuro se hace del presente y...
Barrer la basura que aún te queda,
y descubrir el mundo en La Pastora
yquitar de tu tierra la alambrada
y esperar que mi voz, enamorada,
se haga eco y ompa tus silencios.
!Quién pudiera, Medina, quién pudiera!
Ser la lágrima de tus fuentes cerradas
y que a fuerza e oradar esos tapones
corra de nuevo el agua en La Salada.
Quiero ser, ¡Ay mi Medina, quién pudiera!
Aquel perfume que se hacía en La Flora,
o aquel capote que exporta Fabra,
una palma de empleita
o caña de canasto
o ese dulce alfajor de la vieja leyeda
o simplemente piedra de la empinada cuesta.
¡Medina, ay, mi Medina, quién pudiera!
mezclar el vede de esperanza en tu bandera
y el blanco de la paz en tus entrañas...
Para qué compararte, ¡si eres mía!
Medina, ay, mi Medina
de esta tierra salí,
Déjame ser tu tierra cuando muera.
Paco Benitez
Mayo - 1983

A Medina Sidonia
Como se corta el suelo en La Zapata
tengo mi alma abierta en dos mitades
una, se quedó aquí, con mis verdades,
la otra vaga por el mundo hasta que muera
Y cuando eso ocurra,
que será cualquier día,
yo volveré de nuevo a tus alturas
desnudo, tal como vine al mundo,
y me haré agua o nube o cal o piedra
y podré gritar libre, sin rabas ni ataduras
que tu eres para mí no sólo un pueblo
sino...
la mejor tierra de la Tierra.

Paco Benitez Aguilar
abril 1979

Omá, llévame a la Feria
Omá, llévame a la feria para ver los caballitos
y vercuántas vueltas da el hijo del señorito...
Omá.. y por lacalle San Juan déjame ver los turrones,
y las bolitas de anís, las almendras y piñones..
Sólo mirarlos, ná má.
y un poquito más allá
al gitano co bastones de acebuche y mil globos
de colores.
En la Alameda, omaíta, déjame ver cómo grita
el tío de los volaores.
Omaíta, este año, no te apures si no tines
pa montarme en las unitas, aunque te juro omaíta
que subirme allí en la noria
sería para mí, la gloria...
Déjalo omá, pa otro año, que el dar vueltas...
me hace daño.
Sólo te pido un ratito:
¿No ves aquella farola en medio de la plazuela?
Tiene cuatro leoncitos de bronce e hierro forjao,
pero si cierras los ojos, los imaginas doraos.
En ellos quiero montar y arrancarte esas penas
y también quiero llevar mi ilusión a quien la quiera
y remontarme a las nubes y llegar a las estrellas,
y bajarlas hasta el pueblo
pa que puedan pasear los qu no pueden pagar
un viaje de ilusión en los cacharros de feria.

Paco Benítez Aguilar
mayo 1983

SEIS AÑOS DE LOCURA

Nuevamente, el aprecio y la benevolencia del director de este centro, Francisco José López Quintana, me permiten venir al IES Gaviota para charlar un rato.

Confieso que, en este caso, he sido como los estudiantes malos que, creyendo que sabe algo ante un examen, lo confía todo al último momento y que, encomendado a San Marcos, San Nicolás de Tolentino, la Virgen del Mar, la Virgen del Carmen, San Isidro, San Antonio, Santa Lucía, la Virgen de la Vega, de Fátima y la de las Angustias de La Alquería, entre todos me sacarían de este apuro de aparentar que sé algo de Cádiz y de la Constitución de 1812.

Como aún rezando, por si surge el milagro, he tenido que leer en estos días algo sobre mi tierra y lo que ocurrió en aquellos años, traigo aquí unas cuartillas para improvisar lo menos posible.

Fuentes esenciales para ese divertimento, porque entrar en conocer nuestra historia, en sus documentos originales, es creerse Argüelles o el obispo de Orense, o verse entre el populacho gritando aquello de ¡Viva la Pepa¡,

Con eso, me propuse repasar los diarios auténticos de sesiones de las Cortes de Cádiz reunidas en la Isla de León, el tratado de paz entre las naciones europeas, los reales decretos de Fernando VII y los de Napoleón Bonaparte; además de disfrutar nuevamente con los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, en concreto del titulado 'Cádiz', los capítulos de la Historia de España, de Marcelino Menéndez Pelayo, las referencias exactas de Manuel Lafuente en su Historia General de 1869, y las reivindicaciones de San Fernando, La Isla de León, para no quedarse sin protagonismo en el 2012.

· Con todo ese lío de datos, fechas y nombres en la cabeza intenté forjar lo básico para quince minutos de charla. Pura metodología. La metodología del desesperado.

Por si eso fuera poco, enlacé esa lectura con su repercusión en el proceso de independencia de las Américas (país por país desde 1809 a 1898) y con las coplillas gaditanas que se cantaban en esa Tacita de Plata, en los meses en que los franceses, que tenían su Prefectura en Jerez, probaban su artillería desde los navíos fondeados en la Bahía, con los famosos cañones Villantroys, todo un prodigio de la artillería de aquellos tiempos.

Aquella perfección de armamento lanzada con toda la furia del enemigo, llegaba a las calles y plazas de Cádiz sin fuerza. Tan poca que la chavalería jugaba con los morteros sin explotar y les extraían el plomo de su metralla, de manera que aplastados servían para confeccionar rizos o los moños de las damas.

Eso dio pie a que en Cádiz se cantara aquello de...

Son de piedra y no se notan

Las murallitas de Cai

Son de piedra y no se notan,

Para que allí los franceses

se rompan la cabezota.

Con las bombas que tiran

los fanfarrones

se hacen las gaditanas

tirabuzones.

Que las hembras cabales

que da esta tierra

cuando nacen ya vienen

pidiendo Guerra, guerra...!

Vayamos a situarnos para un análisis estratégico, geográfico, demográfico, político.

Si el 2 de mayo de 1808 marcó para casi todos el comienzo del final de seis años de dominio francés, es más cierto que ni antes ni durante, ni después de esa histórica fecha, cambió algo en España. Con Borbones estuvieron, a Borbones echaron, por Borbones lucharon, con Borbones volvieron y con Borbones seguimos doscientos años después.

Los Borbón (decir Borbones es una incorrección), una familia francesa afincada en el siglo XVII en España, rigen con mayor o menor atino, desde entonces, el destino de los españoles.

Posiblemente aquí se hable de los antecedentes, de cómo se entrega el poder al impulsivo Napoleón Bonaparte, quien caritativamente se dirige a los españoles para anunciarles que están en buenas manos, con el nombramiento de su hermano José, como rey de España y sus Indias.

El tránsito de las tropas francesas desde los Pirineos a Portugal para luchar contra la coalición entre los lusos e Inglaterra, la excusa para una invasión, se convertiría en la práctica en la dominación del territorio español.

No fue el 2 de mayo la que con el pueblo alzado en armas (palos contra bayonetas) la fecha en que se liberó a España. Como referencia patriotera está bien, casi emociona. Pero la realidad, al menos así lo veo, es que fue un inglés, Arthur Wellesley, el Duque de Wellington, quien encontró la horma del zapato de las tropas francesas, en la Batalla de Arapiles.

A Inglaterra, siempre tan caritativa (igual que le ocurre ahora a los Estados Unidos), la que sólo unos años antes tuvimos enfrente con la toma de Gibraltar y luego con la Batalla de Trafalgar, acudió a ayudar a una debilitada España, para ir ganando poder en el Mediterráneo y en las Américas.

Pero la llamada Guerra de la Independencia fue ganada durante casi tres años por los franceses, que lograron dispersar a los ejércitos españoles y romper su estructura, de manera que en muchos lugares no eran soldados, sino el pueblo llano, el que se enfrentaba a un ejército organizado.

Fue de esa dispersión de los soldados, de donde surgieron grupos aislados, perdidos en las sierras, que inventaron lo que ahora se conoce como guerrilleros y que al terminar la guerra se convirtieron en buen número en contrabandistas y bandoleros.

El avance de las tropas francesas por toda Andalucía provocó que el Regimiento de Extremadura se refugiara en Cádiz.

El 4 de febrero de 1810, entraba en La Isla de León el Duque de Alburquerque.

Junto a ellos y cada cual como pudo, se fue multiplicando la población en la Tacita de Plata y en la Isla de León.

Pero el malvado (para los patriotas), José Bonaparte o Pepe Botella, por su afición al vino de Jerez, no sólo trajo a España destrucción y muerte, no.

Con los franceses surgieron los afrancesados, españoles que unos por admirar el mayor nivel cultural de los galos y otros porque, como pasa siempre, se apuntan al caballo ganador, colaboraron en la implantación de las Prefecturas, subprefecturas y delegaciones, recibiendo cargos públicos.

A los franceses les interesaba que en cada pueblo mandase un español, pero bajo la batuta de los generales napoleónicos.

Donde la toma fue pacífica o hubo pocas escaramuzas, los pueblos crecieron en las bellas artes, la cultura, las costumbres importadas de Francia y en el mantenimiento de las propias que no chocaran con el carácter galo.

Por congraciarse con la población llegan a hacer sorteos para pagar la dote de los matrimonios, celebrando fiestas en las plazas, como las que ocurrió en mi pueblo, Medina Sidonia, con la doncella Josefa Sidón Benítez, elegida entre tres candidatas. Recibió ocho mil reales, en conmemoración del cumpleaños del Emperador. Cuando se casó con el joven Lucas Trejo, el Mariscal Duque de Bellune, pagó la ceremonia y las fiestas posteriores.

El pueblo de Medina se olvidó de Fernando VII, aunque la proximidad de Cádiz iba haciendo cambiar su opinión y aun notando los avances con los franceses, tenían la vista puesta en lo que pasaba a sólo veinte kilómetros, en la Isla.

Pero no sólo se congraciaban con los vecinos. Los franceses ordenaron cuestiones para la salud pública, el decoro y las buenas costumbres.

Del 'agua va', que era normal en las calles de los pueblos, donde había una canaleta central para verter aguas fecales, se pasó al retrete. Un afrancesado que se preciara debía tener un retrete en su casa. Todavía existen en Jerez y algunos pueblos tan afrancesados como Arcos de la Frontera, retretes de la época.

Pero si en toda la península, los franceses eran los dueños, la Isla de León y Cádiz eran un hervidero de soldados, marineros, comerciantes, diplomáticos, vividores, prostitutas, curas y frailes, tullidos, artistas y literatos.

Gente de todas las clases sociales se cruzaba por las estrechas calles de Cádiz, convertida no en la capital de España, sino en lo que quedaba de la España borbónica o en la de la Regencia por ausencia del Rey.

El 24 de septiembre de 1810, el Consejo de Regencia celebra la solemne sesión de apertura de las Cortes, primero con una Misa Tedeum en la parroquia y luego trasladándose al Teatro Cómico, que se convertiría en las Cortes.

Allí, y durante seis meses, los diputados titulares y suplentes, (57 titulares y 47 suplentes) comienzan las deliberaciones que luego, en febrero de 1811 pasan a Cádiz, al Oratorio de San Felipe Neri, donde siguieron los debates y se proclamó la Constitución.

Aquellos diputados, venidos de diversas regiones de España e incluso de las Américas escribirían la frase más contundente de la Constitución.

"La soberanía reside en la Nación y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho a establecer sus leyes fundamentales."

Era la confirmación de la abolición del absolutismo.

He buscado referencias a personajes de Adra en aquel Cádiz de las Cortes y no los he encontrado.

Teniendo en cuenta que en aquellas fechas Granada aún formaba una sola jurisdicción, heredera del Reino de Granada, las referencias a Almería forman parte de esa demarcación y así aparecen Granada, Guadix y Almería.

Entre los diputados doceañistas, figura Antonio Alcayna Guirado, un almeriense nacido en Villa de María, pero que fue cura en Vícar y luego en Cuevas. Obtuvo su acta de diputado por Baza y juró su cargo el 15 de enero de 1811 y provocó que se creara la Junta Provincial de Granada.

Antonio Porcel Ruiz, aunque nació en Mairena (Granada) y fue elegido diputado por esa ciudad, no pudo jurar su cargo hasta 1812, ya que estaba refugiado en Las Alpujarras.

El otro diputado granadino fue José Mariano Vallejo. Nacido en las Albuñuelas. Hizo las tarifas para fijar la equivalencia entre las monedas francesas y las españolas.

Pero volvamos a Cádiz.

Seis diarios con noticias políticas y de sociedad se editaron entre 1810 y 1812. El que más destacó fue El Conciso, que ofrecía diariamente información sobre las sesiones de las Cortes, siendo una fuente documental esencial para conocer lo que ocurría en las calles de Cádiz. Posiblemente de ahí surgió el argumento para buena parte de las obras de Pérez Galdós, y de ahí nacieron sainetes, comedias y zarzuelas. En Cádiz hubo hasta cuatro teatros o casas de comedias, además de saraos, multitud de tabernas y casas de citas.

Antes he hecho referencia al número de diputados suplentes. Eran casi la mitad de los presentes y se designaron para que las provincias penisulares o americanas tuvieran su representación. La mayoría de estos diputados fueron curas secularizados, porque era más ventajoso ser diputado que cura y también, la mayoría no conocían los territorios que debían representar.

Pero entre todos lograron un texto en el que se reconocía a Fernando VII como rey constitucional, que debería jurar la Constitución junto a su familia.

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Las Cortes de Cádiz, antes de aprobar la Constitución fueron dictando normas para el gobierno de lo que quedaba de Nación referente a todos los campos, y entre ellos, dada la escasez de recursos que podían proceder de impuestos, se creó la nueva Lotería Nacional, celebrándose el primer sorteo en una casa de la Plaza de San Antonio, el 4 de marzo de 1812.

Quince días después, en el exterior de la Iglesia del Oratorio de San Felipe, fue leído el texto de la Constitución ante el clero, los diputados y el pueblo. Tras su proclamación, se lanzó el famoso grito de !Viva la Pepa!, entre vítores.

La caída en desgracia de Napoleón, después del fracaso de su intento de invasión de Rusia, aceleró la retirada de las tropas francesas. España dejó de ser objetivo preferente, porque la coalición europea (Inglaterra, Austria, Dinamarca, Suecia, Alemania) iba a forzar la rendición y la restitución de la monarquía francesa. Con ello, Fernando VII podía volver de su encierro en Francia y ser recibido como El Deseado.

Después de establecerse en Madrid, Fernando VII, tras firmar la paz primero con Francia y luego con la coalición, se dedicó a reestructurar su gobierno hasta que el 14 de mayo de 1814, abolía la Constitución de Cádiz y se erigía como Rey absoluto.

Pero el daño ya estaba hecho. España entraba en un siglo XIX lleno de convulsiones internas y de libertad para las provincias y colonias de América y Asia.

En 1808 se crea la Junta de México, en 1809, las de Bolivia y Ecuador; en 1810, las de Venezuela, Colombia y Chile; en 1811, las de Uruguay, Paraguay y El Salvador y así, con conflictos internos, se van desgajando de España.

Fernando VII crea regimientos de voluntarios para luchar contra los independentistas y en el listado aparecen soldados de La Alpujarra, Almería, Guadix y Granada y crea el Regimiento de la Costa de Granada formado por 544 hombres y 434 caballos, con uso de timbales, estandarte y un vistoso uniforme de casaca y capa azul, chupa y calzón anteado, vuelta, cuello y solapa amarillos y botones blancos.

Y volvemos a Cádiz, como despedida.

En las escaramuzas de las tropas francesas y las constitucionales, los españoles aprovecharon bien el conocimiento del terreno, lleno de ciénagas y fango de los esteros, canales donde se cierran las compuertas y llenos de agua de mar se dejan secar produciendo la sal. En estos esteros cubiertos por ramas, entraban los franceses y no podían salir, muriendo ahogados muchos de ellos, como ocurrió en la llamada Batalla de Chiclana.

Entre las curiosidades del sitio de Cadíz y de la Proclamación de la Constitución, está la manera en que el texto constitucional salió de un sitio cercado por el enemigo.

En una cajita redonda, utilizada para guardar los polvos de los coloretes de las damas, salía como si fuera galletas de papel, toda la constitución escrita. Así comenzó a propagarse por los pueblos cercanos y desde éstos a toda España.

La guerra de la Independencia de España fue, como en otras tantas ocasiones, lugar de ensayo de otras muchas guerras.

Si las tropas de Napoleón hubieran entrado en Cádiz en 1811, América sería francesa y yo ahora les diría a todos ustedes…

¡Mercí, mercí!